Nunca había salido en Sayulita. “Es un pueblo de hippies”, pensé. “La noche no pasa de una margarita en una terraza.”
Sayulita, te subestimé.
Todo empezó con la pregunta ¿a dónde salimos hoy? que le hice a Martin, un amigo que trabaja en un truck de mariscos. Me recomendó el bar YamBak en la plaza principal.
A las 10 pm salimos a Yambak. No se que tenía de “bar”. Las calles estaban desbordadas con gente que entraba y salía con copas en la mano. Nos sentamos en una mesa y pedimos una ronda de mojitos. El lugar me gustó; no tenía ventanas y el DJ tocaba tropical house.
A la 1 fuimos a Selina; el hostal más padre que he visto, con un bar al aire libre. Conocí a muchos extranjeros, sobre todo gringos borrachos, jajaja como me reí. Nos dijeron que estaba tocando un DJ famoso, pero la verdad nunca supe quien era. En la barra me hice amiga de Jose Luis, vivía en San Pancho y siempre sale de fiesta con su perrita (french bulldog).

A las 3 nos corrieron. Prendieron las luces, apagaron la música y amablemente nos dijeron “bueno, váyanse”. Pero la fiesta no quería terminar, entonces seguimos a la corriente de personas.
Un coche con la cajuela abierta y música a todo volumen en medio de la calle. No estoy segura que tipo de música era pero era algo entre electrónica y trans. La gente saltando alrededor del coche, en banquetas, hipnotizadas. Un tipo sin camisa empapado bailando (otra dimensión) y Katy nuestra amiga gringa de 1.90, que se subió a un poste para hacer un baile, todos le aplaudieron. Nunca había visto algo así. Al día siguiente veo un mensaje que decía “Nathalie dónde estabas parecía sacrificio”.
Y así fue, la noche, que empezó con un mojito, acabó con un rave callejero hasta las 4am. Esto me encanta de México, solo se necesita unas bocinas y ambiente. Surreal. De esas noches que no paras de reír. Sayulita, me sorprendiste.